Las bibliotecas escolares en el contexto educativo1 |
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Las últimas leyes de educación publicadas en nuestro país: la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (1990), la Ley de Calidad del Sistema Educativo (2002) y la Ley Orgánica de Educación (2006) intentan esencialmente adaptar la estructura y el funcionamiento del sistema educativo a las transformaciones producidas en la sociedad, para lograr una enseñanza cualitativamente mejor y más ajustada a las demandas sociales.
Todo cambio educativo es propicio para que afloren demandas y problemas a los que es necesario dar respuesta. Parte de estas demandas ha afectado a las estructuras y la ordenación de la educación, pero otra gran parte de ellas se ha referido a los contenidos, es decir, al tipo de experiencias y oportunidades de aprendizaje que la escuela debe ofrecer a sus alumnos y alumnas.
Entre las exigencias que se han formulado al sistema educativo, la formación lectora así como la formación documental ocupa un espacio importante. En efecto, desde distintos sectores de la sociedad se ha llamado la atención sobre el papel que la escuela debe asumir en relación con la formación de los jóvenes lectores.
La enseñanza escolar debe contribuir a crear lectores competentes
en la utilización de diversos tipos de textos, a promover actitudes reflexivas
y críticas ante los distintos medios de transmisión y difusión de la cultura
escrita y a despertar interés por la lectura como medio de entretenimiento
y como actividad importante de ocio.
Por otro lado, debe ofrecer una formación lo suficientemente versátil
como para adaptarse a una sociedad cambiante, en la que la recogida, selección,
recuperación y transmisión de información son aprendizajes imprescindibles
y en la que el alumno debe disponer de las estrategias precisas para aprender
por sí solo.
No obstante, la formación de los niños y de los jóvenes lectores es una responsabilidad que la escuela comparte con otras instancias sociales y que, por tanto, reposa sobre el trabajo conjunto de muchas personas: bibliotecarios, libreros, profesores, escritores, familias... La influencia decisiva de las familias y de los medios de comunicación, o el papel que pueden asumir libreros y bibliotecarios, deberían ser objeto de reflexión para contribuir desde un planteamiento común al logro de fines semejantes.
Sin embargo, el sistema educativo no puede eludir el papel que debe desempeñar proporcionando un amplio conjunto de oportunidades de aprendizaje en relación con la formación lectora y la formación de futuros usuarios de diversas fuentes de información. La escuela debe comprometerse con el objetivo de capacitar a los estudiantes para resolver por sí solos los problemas de esta índole que se les plantearán a lo largo de su trayectoria personal y profesional.
El currículo aborda, en todas las áreas y en todos los niveles de la enseñanza, los conceptos básicos relativos a la lectura entendida en un sentido amplio: lectura de distintos tipos de textos (literarios, técnicos, funcionales...); lectura con finalidades diferentes (aprender, entretenerse, informarse...); lectura de códigos diversos e interrelacionados (verbales, icónicos, sonoros y audiovisuales); medios de comunicación; fuentes de información y tratamiento de la misma; nuevos soportes y medios técnicos para su lectura (cintas de audio y vídeo, soportes informáticos...).
Asimismo, se insiste en la adquisición de procedimientos como la lectura crítica y comprensiva, la utilización de variadas fuentes de información y documentación, la adquisición de técnicas de trabajo científico y el desarrollo de estrategias de búsqueda, recuperación y transmisión de la información.
Por último, se destaca la necesidad de desarrollar determinados valores en relación con la abundancia de información que ofrece nuestra sociedad: actitudes de consumo selectivo, análisis crítico de los mensajes, contraste con la realidad, postura activa ante los medios de comunicación, formación de un criterio propio y de valores personales.
Por otra parte, se debe destacar la importancia otorgada
a: la actividad del propio alumno, la atención a la diversidad,
la relevancia de la interacción y la importancia de desarrollar
estrategias para el aprendizaje autónomo o lo que se ha acuñado
ya como "aprender a aprender".
Propuestas de este tipo tienen relación, sin duda, con muchas de
las demandas que se han venido haciendo al sistema educativo desde hace
tiempo y sugieren una intervención educativa atenta y comprometida
con la lectura, y por extensión, con toda la documentación
en general.
De hecho, muchos de los Proyectos Educativos de los centros exponen una
serie de carencias detectadas en el alumnado: deficiencias de formación
básica; deficiencias generales de comprensión, tanto escrita
como de otros códigos no verbales; deficiencias generales de expresión
escrita; deficiencias en el tratamiento de la información; falta
de hábito de estudio, etc.
Esta problemática obliga al centro educativo a prestar especial
atención a la formación lectora y documental, que dotarán
al alumnado de estrategias de aprendizaje básicas para superar
las diferentes etapas educativas.
En este contexto, la biblioteca escolar se perfila como
nuevo e importante ámbito educativo: espacio de comunicación
e intercambio idóneo para la investigación y para la lectura.
Pero para que la biblioteca escolar pueda ser utilizada como un recurso
pedagógico de primer orden, es fundamental que esté integrada
en los Proyectos Educativo y Curricular del centro educativo, mediante
unos objetivos específicos.
El proceso de integración curricular de las bibliotecas escolares debería ser realizado en todas las áreas, partiendo de la detección y el análisis de las carencias de los alumnos, para definir posteriormente los objetivos a alcanzar de manera individual y diversificada, así como los medios y los recursos documentales que se utilizarían para paliar las deficiencias detectadas y para conseguir los objetivos propuestos. Las intervenciones consensuadas deberían ser desarrolladas en los diferentes proyectos curriculares de etapa y concretadas en las programaciones de aula.
Para facilitar esta labor se ofrece un análisis de las implicaciones de la integración curricular de la biblioteca en cada tipo de centro educativo y una serie de propuestas para su realización.
En todos y cada uno de los niveles mencionados la selección minuciosa y cuidada de la documentación en general, el tratamiento riguroso de la misma y su óptima explotación deben proporcionar una sólida base de recursos que apoyen y respalden las diferentes metodologías aplicadas en el aula, que impulsen el interés y motivación hacia el aprendizaje y la investigación y, por último que ofrezcan un amplio abanico de posibilidades para el ocio y el entretenimiento.
A medida que el centro escolar consiga determinar, programar y evaluar los ítems anteriormente expuestos, se conseguirá un mayor grado de integración curricular de su centro de recursos documentales o biblioteca escolar.
Es evidente que los factores a tener en cuenta en cada uno de los niveles educativos pueden llegar a ser totalmente dispares, si bien todos ellos se comprometen con objetivos comunes, fundamentalmente, la atención prioritaria a la formación integral del alumnado y favorecer el autoaprendizaje a través de la experimentación y reflexión.
En cualquier centro docente, como en cualquier grupo en el que sus miembros participen en los fines, en los recursos y en la organización, se produce una intensa circulación de informaciones por diferentes canales y medios. La consecución de los objetivos educativos y la calidad de la oferta educativa se basan, en gran medida, en la existencia de una fluida red de comunicación. "La comunicación es un rasgo esencial de la persona y de las sociedades; por consiguiente es un componente básico de la educación. En un centro docente, por ser una sociedad estructurada y por ser, al mismo tiempo una institución educativa, la comunicación es una de sus piedras angulares."2
El sistema de información de un centro educativo es relativamente complejo y se estructura en torno a dos tipos de relaciones: las externas y las internas. Las relaciones externas se establecen principalmente con instituciones: Administración educativa, Administración local, centros de formación del profesorado, otros centros docentes, instituciones culturales, sindicatos, Universidad, empresas de productos educativos (editoriales, mobiliario, etc.), mundo laboral y entorno social en general. Las relaciones internas implican al equipo directivo, órganos colegiados, profesorado, alumnos, familias y al personal de administración y servicios o personal no docente.
Las relaciones externas se traducen fundamentalmente en una entrada de informaciones en el centro, entre las que podemos distinguir aquéllas que llegan espontáneamente y aquéllas que hay que solicitar. Las relaciones internas se suelen concretar en una producción de documentos e informaciones elaboradas por los distintos miembros del centro, ya sea individualmente o en equipo. Estos documentos reflejan la experiencia acumulada y, en cierto modo, la historia del centro educativo.
La comunicación con el exterior es muy abundante y sobre todo en el sentido fuera-dentro. El centro es sobre todo receptor de una información de carácter informativo o administrativo, que debe llegar a sus destinatarios potenciales. Pero, sin restar importancia a lo anterior, lo verdaderamente fundamental es la comunicación interna, el intercambio y la difusión de la información entre los miembros de la comunidad educativa, para lograr una participación efectiva de todos en un proyecto común.
La relación comunicativa no se limita a establecer contactos con organismos o personas; supone una estrategia de comunicación para el tratamiento y la difusión de la información.3 Es fundamental crear una red por la que circulen las informaciones con fluidez y lleguen a sus destinatarios. Esta red puede utilizar diversos medios (escritos, orales, informáticos, etc.) según la finalidad.
En una comunidad educativa, los objetivos de su red de comunicaciones deben ser, según Z. Ramo, "informativos, instructivos y educativos". Cita, entre otros:
Como unidad especializada en el tratamiento, selección y difusión de la información, la biblioteca escolar no puede ser ajena a estos procesos y debe situarse en el centro de la red de comunicación del centro educativo.
Hasta ahora, la biblioteca escolar en nuestro país se ha concebido como un servicio opcional y complementario a las tareas docentes, ligado fundamentalmente al área de Lengua y Literatura; en muchos casos, se ha limitado a ofrecer una simple colección de libros más o menos organizada.
Sin embargo, los sistemas educativos más avanzados conciben la biblioteca escolar como un dinámico centro de recursos y un activo servicio de información que cumple un papel esencial en relación con el aprendizaje de los alumnos, con las tareas docentes y con el entorno social y cultural del centro. Para responder a este planteamiento, la biblioteca escolar debería mantener un estrecho contacto con el conjunto del sistema bibliotecario e integrarse en una red de documentación educativa. La biblioteca escolar se configura de esta manera como un elemento básico para establecer una verdadera cultura comunicativa y de aprendizaje permanente en los centros.
Una biblioteca escolar así concebida se puede definir como un espacio educativo, que alberga una colección organizada y centralizada de todos aquellos materiales informativos que necesita el centro para desarrollar su tarea docente, bajo la supervisión de personal cualificado, y cuyas actividades se integran plenamente en los procesos pedagógicos del centro y se recogen, por tanto, en el Proyecto Educativo de Centro, Proyecto Curricular de Centro y Programación General Anual. La biblioteca proporciona múltiples servicios de información y ofrece acceso - por diferentes vías -a fuentes de información y materiales complementarios que se encuentran en el exterior. Constituye, además, un lugar favorable al estudio, a la investigación, al descubrimiento, a la autoformación y a la lectura.
La principal razón de ser de la biblioteca escolar es la de apoyar la totalidad del currículo. Debe ser un nuevo lugar de aprendizaje en el que alumnos y profesores tienen a su alcance una gran diversidad de recursos educativos y pueden poner en práctica una metodología más activa y participativa. La biblioteca escolar se transforma así en un lugar de encuentro, un espacio de comunicación e intercambio en el que desarrollar experiencias interdisciplinares y abordar los contenidos transversales al currículo. La utilización de la biblioteca escolar plenamente integrada en el proceso pedagógico del centro favorece la autonomía y la responsabilidad de los alumnos en su aprendizaje. Es el lugar idóneo para la formación de los escolares en el uso de las diversas fuentes de información y para fomentar la lectura como medio de entretenimiento y ocio.
De acuerdo con su función, el fondo de la biblioteca escolar debe incluir todo tipo de materiales informativos. La exclusividad de la palabra impresa como soporte de la información ha dejado de ser una realidad hace muchos años. Por consiguiente, además de libros, revistas, periódicos y otros materiales impresos, la biblioteca deberá disponer de fotografías, diapositivas, transparencias, mapas, globos terráqueos, gráficos, discos, cintas, películas, juegos, objetos táctiles, etc. Todo ello, sin olvidar los soportes introducidos por las nuevas tecnologías: discos compactos, CD-ROM, vídeo interactivo, programas de ordenador, bases de datos en línea, acceso a Internet, etc.
La biblioteca debe reunir todos los materiales informativos del centro. No obstante, la falta de espacio o el acuerdo sobre otros criterios de ubicación puede obligar en muchos casos a distribuir sus fondos por diferentes lugares del centro. En cualquier caso, la gestión debe estar centralizada en la biblioteca, bajo la supervisión del responsable, de manera que se garantice la organización y disponibilidad de todos los materiales.
Esta concepción de la biblioteca escolar como servicio centralizado difiere mucho de la organización de bibliotecas de aula o de departamento, que no pueden ser consideradas como bibliotecas en sentido estricto, sino que son fundamentalmente rincones de lectura habilitados en el aula o pequeñas colecciones de documentos de consulta para un equipo de docentes.
La creación de la biblioteca de centro no implica la desaparición de las numerosas bibliotecas de aula existentes, sino su transformación con una nueva perspectiva. Para acercar los libros a los alumnos y estimular la lectura, la biblioteca del centro presta lotes de materiales a las aulas por un periodo de tiempo. Siguiendo un plan establecido, estos lotes circulan por las clases de un mismo ciclo o nivel, permitiendo a sus alumnos acceder a mayor número de documentos a lo largo del curso. Cuando necesiten materiales de consulta sobre diversos aspectos del currículo, pueden recurrir a los fondos más completos de la biblioteca del centro, lo cual no es comparable a las limitaciones de una biblioteca restringida al aula.
Las bibliotecas de departamento también se deben transformar paulatinamente y sus colecciones deben pasar a ser gestionadas por la biblioteca del centro. Esto no impide que algunos documentos pueden permanecer prestados al departamento durante un curso entero, si es necesario. La gestión centralizada permite saber en todo momento de qué documentos se dispone y dónde se encuentran, así como hacer una mejor selección para la compra de nuevos documentos, evitando que se dupliquen innecesariamente. Esto es imprescindible para crear una colección equilibrada que responda a las necesidades reales y que aproveche al máximo el presupuesto disponible.
La biblioteca escolar, como el centro del que forma parte, no puede permanecer aislada. Es preciso que se relacione con su entorno social y cultural colaborando, por ejemplo, con bibliotecas de su barrio o localidad, asociaciones culturales e instituciones públicas y privadas, para organizar actividades en común y procurarse informaciones y documentos que interesen a la comunidad educativa.
Además, para poder responder a todas las peticiones de documentación de alumnos y profesores, sobre todo las que se refieren a documentación muy especializada, será necesario recurrir en ocasiones al préstamo interbibliotecario, contando con los recursos existentes en las bibliotecas públicas, los Centros de Profesores y de Recursos y otros centros de documentación educativa.
Por otro lado, y como ya hemos visto, la utilización de las nuevas tecnologías está dando lugar a formas de cooperación entre las bibliotecas, cuyo objetivo es simplificar el tratamiento documental. Esto aporta ventajas evidentes a la biblioteca escolar, pues permite al responsable de la misma dedicar más tiempo a su función pedagógica.
Desde esta nueva perspectiva, la biblioteca escolar ha de ser concebida no sólo como una institución para la promoción de la lectura, sino también como un espacio de aprendizaje. Según el manifiesto de la UNESCO (Anexo 3), ha de responder a los siguientes objetivos5:
Para alcanzar sus objetivos, la biblioteca escolar debe cumplir las siguientes funciones:
El nuevo concepto de biblioteca escolar supone una ampliación
de las funciones del responsable: es el encargado de recopilar y tratar
la documentación y de gestionar los recursos; además, debe comunicar y
hacer circular informaciones tanto administrativas como pedagógicas y
culturales.
Cumple, además, una importante función pedagógica pues, en colaboración con los otros docentes del centro, ha de ofrecer a los alumnos nuevas oportunidades de aprendizaje en lo que se refiere al uso plural de las fuentes de información y al acceso a la lectura como forma de entretenimiento y medio de enriquecimiento personal.
Ejerce, finalmente, una importante labor para establecer cauces de comunicación entre la biblioteca escolar, por un lado, y centros documentales externos y otras instituciones del entorno social y cultural del centro, por otro.
Las Órdenes de 29 de junio de 1994 por las que se aprueban las instrucciones que regulan la organización y el funcionamiento de las escuelas de Educación Infantil y de los colegios de Educación Primaria (B.O.E. 6-7-94) y de los institutos de Educación Secundaria (B.O.E. 5-7-94) supusieron un paso adelante en la definición de la figura del responsable de la biblioteca. En ellas se detallan las funciones que debería desarrollar:
Diversos autores han estudiado las funciones que debe desempeñar el bibliotecario escolar, partiendo de un análisis de la práctica diaria. Una lectura detenida de sus conclusiones (Anexo 4) puede contribuir a perfilar una función todavía poco extendida en nuestro país.
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El apoyo de las bibliotecas públicas y de otros centros de documentación educativa ha resultado esencial para dar un impulso al desarrollo de las bibliotecas escolares en otros países, proporcionándoles recursos y ayuda para facilitar su trabajo. Así, en Dinamarca, Francia, Bélgica, Inglaterra, Escocia e Italia existen una serie de centros de documentación o de recursos pedagógicos que, en diferentes ámbitos territoriales, ofrecen algunos servicios dirigidos específicamente a los centros educativos y canalizados a través de sus bibliotecas.
En otros casos, son principalmente las bibliotecas públicas las que prestan dichos servicios. Así, en Suecia, Alemania, Holanda e Inglaterra las bibliotecas públicas ofrecen asesoramiento y ayuda para la selección y adquisición de fondos, para la organización de las bibliotecas escolares, etc. También está bastante extendida la práctica de constituir un fondo documental centralizado para su utilización por todas las escuelas de un municipio. En las bibliotecas públicas suele haber un personal específico, a menudo el responsable de la sección infantil, que se encarga de las relaciones con los centros educativos de su entorno. También existen algunas experiencias de este tipo en nuestro país.
En general, entre las funciones que cubren estos servicios externos a los centros educativos se encuentran:
Ninguna biblioteca puede tener unos fondos tan completos que le permitan dar respuesta a todas las demandas de sus usuarios. Por ello es siempre necesario establecer redes de cooperación con otras bibliotecas y centros de documentación o servicios de información. Esto permite beneficiarse de todas las ventajas de la cooperación: préstamo interbibliotecario, intercambio de información, simplificación de las tareas de catalogación, etc.
Para consolidar estas redes de cooperación, "la biblioteca escolar debe mantener una estructura similar a la de las bibliotecas públicas, favoreciendo así el desarrollo de actividades de colaboración y formando usuarios de ambas bibliotecas (ahora) y futuros usuarios adultos de la biblioteca pública."6
Las bibliotecas públicas comparten objetivos con los centros en lo relativo a la promoción de la lectura y a la formación de usuarios. Un buen conocimiento de los fondos de la biblioteca pública del barrio o localidad permitirá orientar a los alumnos hacia ella cuando sea necesario.7
También se puede establecer una relación de ayuda mutua y de complementariedad. Por ejemplo:
Estos ejemplos son tan sólo una muestra; las iniciativas cada vez más novedosas de las bibliotecas públicas, junto con las de los propios centros educativos, son las que enriquecen y amplían las posibilidades de trabajo conjunto. Dichas iniciativas pueden inspirar, a su vez, a otros.8