El Sentido de la Moraleja |
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Las fábulas, si se leen y/o se aprenden, pueden ayudar a compreder el sentido de la película, a tratar los temas que de ella surgen, y a desarrollar contenidos.
La cigarra y la hormiga
Cantando la Cigarra/ pasó el verano entero,/ sin hacer provisiones/ allá para el invierno;/ los fríos la obligaron/ a guardar el silencio/ y a acogerse al abrigo/ de su estrecho aposento./ Vióse desproveída/ del precioso sustento:/ sin mosca, sin gusano,/ sin trigo, sin centeno./ Habitaba la Hormiga/ allí tabique en medio,/ y con mil expresiones/ de atención y respeto le dijo:/«Doña Hormiga,/ pues que en vuestro granero/ sobran las provisiones/ para vuestro alimento, /prestad alguna cosa/ con que viva este invierno/ esta triste Cigarra,/ que alegre en otro tiempo,/ nunca conoció el daño,/ nunca supo temerlo./ No dudéis en prestarme;/ que fielmente prometo/ pagaros con ganancias,/ por el nombre que tengo.»/ La codiciosa Hormiga/ respondió con denuedo,/ ocultando a la espalda/ las llaves del granero:/ «¡Yo prestar lo que gano/ con un trabajo inmenso!/ Dime, pues, holgazana,/ ¿qué has hecho en el buen tiempo?»/ «Yo, dijo la Cigarra,/ a todo pasajero cantaba alegremente,/ sin cesar ni un momento.»/ «¡Hola! ¿conque cantabas/ cuando yo andaba al remo?/ Pues ahora, que yo como/, baila, pese a tu cuerpo.» F. M. de Samaniego(1745-1801).
La cigarra y la hormiga
Llegado ya el invierno riguroso/ la cigarra (que el tiempo caluroso/ del esto pasó sólo cantando),/ se halló desproveída/ de lo preciso a conservar la vida;/ y al duro extremo su escasez llegando/ de no tener de mosca o gusanillo,/ ni aun siquiera el más leve pedacillo./ A casa de la hormiga,/ su vecina y amiga,/ fue a implorar para su hambre algún socorro,/ y le rogó quisiese de su ahorro/ algún grano prestarle/ para su subsistencia/ que juzgaba poder reintegrarle,/ sin que mediase apremio ni violencia,/ en la estación siguiente:/ «Yo te ofrezco pagar puntualmente,/ como soy animal -le dijo- antes/ del agosto futuro,/ el principal y el interés constantes»./ La hormiga (esto es seguro)/ no gusta de prestar, y, el tal defecto/ es en ella el menor. Conque, en efecto/ preguntó a la cigarra: «¿Qué te hacías/ en los tan largos y ardorosos días/ de verano?. Cantaba, a todo el que pasaba/ sin excepción de hora/ ¿Cantabas? Está bien, pues baila ahora. Jean de la Fontaine (1621-1695) |