Cine y placer
La fuerza del cariño. Brooks El acorazado Potemkin. Eisenstein Cinema paradisoShrek. Andrew Adamson

Los que amamos el cine querríamos que los alumnos y alumnas llegasen al convencimiento de que pasarlo bien con una película no está en absoluto reñido con el análisis y la reflexión. Pocos soportes unen tanto placer y aprendizaje como el cine o la literatura. Nosotros creemos que se disfruta mucho más una película cuanto más aprendemos de ella, cuando nos descubre realidades lejanas que no conocíamos o cuando nos da nuevas perspectivas sobre temas más cercanos que creíamos conocer. Como dijo el realizador americano James Brooks "el público busca en el cine una experiencia, las teorías vienen después". El gran maestro Sergei Eisenstein había señalado el camino completo cuando escribió que "el cine opera de la imagen a la emoción y de la emoción a la idea".

La televisión y el vídeo han cambiado la predisposición del espectador. Cuando vamos al cine pagando una entrada elegimos (a veces) qué queremos ver, mientras que ante la tele esperamos "a ver que ponen" (hoy este hábito puede estar transformándose en más activo con las plataformas digitales y canales de pago).

La experiencia fílmica no es transferible. Hay películas que provocan emociones generalizadas pero nunca atrapan a todos. Una de las cosas que debemos evitar es intentar que nuestra vivencia personal ante un film sea revivida por nuestros alumnos. Nos ahorraremos decepciones si no tratamos de que aquella película que tanto nos gusta o que tanto nos impresionó a su edad provoque el mismo efecto en ellos. La deliciosa película de Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso (1988) provoca en los que hemos vivido la experiencia del cine en el ámbito rural y en la época pre-televisiva unos sentimientos que nunca pueden ser revividos por adolescentes actuales. El contexto (época, ambiente social, censura) es distinto si se ha vivido o no (aunque pueda ser investigado, no provocará la misma experiencia). Los alumnos, por supuesto, pueden llegar a disfrutar la película pero precisarán de una carga de información suplementaria muy superior a la de cualquier persona de más edad. Y es que, el proceso de comunicación sólo acaba cuando cada uno de nosotros sumamos nuestra visión personal del mundo reconstruyendo a nuestro modo el puzzle que nos ofrece el director.

Sin reflexión se pierde el placer del cine. Cuando criticamos (o ignoramos) las películas que ven nuestros alumnos no siempre consideramos que, en esa escuela paralela que es el cine, todos buscamos cosas distintas. Ellos buscan una educación sentimental, unas aventuras y una acción que no les da el entorno. Desean, como los adultos, evasión y placer, pero su idea de placer y evasión es distinta de la nuestra, y si lo que les mostramos como norma está alejado de sus intereses cotidianos difícilmente funcionará bien. Si queremos usar el cine como arma didáctica no debemos perder de vista esa diferencia de sensibilidad entre ellos y nosotros.

Por último, aunque es evidente que sin aparatos de vídeo, DVD,... no podríamos ver películas en el aula, debemos seguir sosteniendo que esto no es ver cine. Nos permite cosas que el cine en sala no puede darnos, como elegir la película que queremos ver o la posibilidad de recuperar películas antiguas pero el fin último de la educación fílmica debe ser la misma que la de la literaria. Cómo el profesor de Literatura desea impulsar a sus alumnos hacia el hábito de la lectura, nuestro anhelo debe ser que cada vez más jóvenes recuperen el hábito de ir a la Sala de Cine, pero buscando obras que sirvan a su formación y a su participación, y no sólo consumir ilusiones.