La carrera cinematográfica
de Akira Kurosawa se inicia en 1936, pero no debuta en la dirección
hasta 1943. A partir de este momento, escribe y dirige todas sus
películas, además de escribir para otros realizadores.
Su obra no será conocida a nivel internacional hasta 1950,
a raíz del éxito cosechado por su película
Rashomon (1950), que causa un fuerte
impacto en occidente debido a su perfección técnica
y a su intensa carga psicológica. En Rashomon,
Kurosawa plantea el concepto del subjetivismo, a través de
la historia de un crimen narrado desde diferentes y contradictorios
puntos de vista.
Dentro del panorama de su país, Kurosawa es, en los años
50, uno de los cineastas más abiertos a la cultura occidental,
como muestra la magnífica película Vivir
(Ikiru, 1952). También hace
muy buenas adaptaciones libres de las obras de William Shakespeare,
Trono de sangre (Kumonsom-Djo,
1957), a partir de Macbeth, y Ran
(1985), versión de Rey Lear. También adapta
a Fedor Dostoiewsky en El idiota
(Hakuchi, 1951); y a Máximo
Gorki, en Los bajos fondos (Donzoko,
1957). Durante muchos años, Kurosawa será uno de los
pocos directores japoneses distribuido y conocido en Occidente,
y algunas de sus obras, como la aventura titulada Los
siete samurais (Shichinin no samurai,
1954) alcanzará tal éxito, que será versionada
en Hollywood, en clave de western, dando lugar al famoso remake
de John Sturges: Los siete magníficos
(The Magnificent Seven, 1960).
Sin embargo, en su obra, la explosión de violencia que emana
de sus imágenes y el poderoso vigor de su narración
está a expensas del insobornable aliento humanista de su
autor. Es el caso de Dersu Uzala
(1975), una película bonita de espíritu pacifista,
en contacto con la naturaleza. Rodada en la estepa de Siberia, en
coproducción con la Unión Soviética, la película
sufrirá las consecuencias de la censura de ese país,
pero alcanzará un gran éxito a nivel internacional.
Otras obras importantes son Dodes-ka-den
(1971), Kagemusha (1980) y Los
sueños (Konna yume wo mita,
1990).
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