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Para competir con la industria norteamericana, el cine francés recuperará a sus más prestigiosos cineastas que abordarán una producción de calidad, el llamado cinéma de qualité, cuyo academicismo acabará siendo duramente rechazado por los sectores más jóvenes de la intelectualidad francesa.
La evasión. Vacaciones de M. Hulot La pointe courte. Diario de un cura de campo

El estilo realista de directores como Marcel Carné y Jean Renoir, que dió lugar en los años 30 al llamado naturalismo poético, queda desfasado con la aparición de las películas italianas del movimiento neorrealista. René Clair vuelve a Francia y continúa cultivando la sátira y las fantasías oníricas.

Un director que destaca en estos años, es René Clément que, en 1952, fiel a su obra anterior, realiza un valioso alegato contra los horrores de la guerra, a través de un poético retrato de infancia, Juegos prohibidos (Jeux interdits). También destaca la obra de suspense y fatalismo de Henri Georges Clouzot, El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1952).

Jacques Becker aporta una de las obras más contundentes y vigorosas de la década de los 50, París bajos fondos (Casque d'or, 1952), en la que reconstruye meticulosamente un suceso auténtico ocurrido en el París de principios de siglo. También dirige La evasión (Le trou, 1959).

Otra gran revelación del cine francés de los años cincuenta es el cómico Jacques Tati que interpreta y dirige seis obras maestras, como Las vacaciones de M. Hulot (Les vacances de M. Hulot, 1953) y Mi tío (Mon oncle, 1958). En ellas da rienda suelta a su visión satírica de las costumbres burguesas de la moderna civilización urbana y define un estilo cómico elaborado e intelectual, que recupera el clásico gag visual, al que incorpora el elemento sonoro.

En 1954, la directora belga Agnès Varda realiza su primera película La Pointe courte, considerada el antecedente de la nouvelle vague. Varda escribe, produce y dirige sus películas con total libertad, siguiendo modelos de trabajo de le nouveau roman y proponiendo innovaciones en los temas, en la narrativa y en las soluciones cinematográficas.

Un autor con una idea muy personal de su arte y de su oficio es Robert Bresson, que con Diario de un cura de campo (Le journal d´un curé de campagne, 1951) avisa de su originalidad con nuevas formas de hacer un cine diferente de lo que se había visto. En este tiempo también dirige Un condenado a muerte se ha escapado (1956), y después, Pickpoket (1960) y El proceso de Juana de Arco (1962).