En Pulp Fiction
(1994) se encuentran ejemplificadas algunas de las características
comunes del cine postmoderno de finales del siglo XX y principios
del XXI. Fundamentalmente se podrían citar la hibridación
de géneros en cuanto a contenidos y la hibridación
de estilos en cuanto a formas. Si tradicionalmente el cine, salvo
excepciones, había fijado límites más o menos
estrechos en ambos sentidos, desde los años 80 y 90 se produce
una variación en los hábitos de consumo de cine. La
globalización del mercado audiovisual y en consecuencia la
elevada producción de cine y televisión provocaron
que los espectadores se convirtieran en expertos devoradores de
imágenes. Esto ha ido permitiendo un efecto de trasvase de
códigos narrativos y formales entre unos géneros y
otros.
Pulp Fiction,
film con fondo de cine negro, incorpora tanto en sus diálogos
como en su acción elementos tomados de la comedia e incluso
del más puro costumbrismo americano. Las escenas de acción
y violencia se mezclan con elementos cotidianos más elementales
de la cultura americana y universal (hamburgueserías, cafeterías,
cine de serie B, televisión, drogas...), sin que el resultado
se vea afectado por la falta de credibilidad.
Formalmente, marca una distancia
prudente con el cine negro clásico. No necesita una imagen
de marca que le permita ser reconocida como cine negro. Desaparecen
los claroscuros, las iluminaciones acusadas en las noches del hampa
y en general casi todos los recursos marcadamente característicos
del género.
En cuanto a transparencia, y esta
es otra de las grandes características del cine de finales
de siglo, desaparecen las barreras insalvables entre cine clásico
y cine formalista. Ambas corrientes se integran en un único
lenguaje. En Pulp Fiction, Tarantino
se mueve entre estas dos aguas como pez experto. A veces utiliza
recursos clásicos, invisibles, como ocurre en multitud de
planificaciones (diálogos, escenas de acción...),
mientras que en otras ocasiones recurre a recursos más llamativos
(encuadres forzados, ralentizados,...). Así se puede apreciar,
por citar ejemplos, en secuencias que mantienen en un solo plano
diálogos con los personajes de espaldas a cámara (diálogo
entre Jules y Vincent antes de entrar al piso de los traficantes);
en ralentizados para dramatizar momentos de especial intensidad
(los violadores cierran la puerta antes de quedarse a solas con
Marcelus); los flashes blancos que adornan los disparo de Jules
y Vincent al recuperar el maletín de Marcelus); la utilización
de primeros planos eternos (presentación del boxeador Butch,
escuchando instrucciones).
Ciertamente, la utilización
de este y otros recursos confieren a la película un cierto
tono de autoría intencionada, pero pocas veces hasta las
películas de finales de siglo el cine había alcanzado
una integración tan fértil de los estilos transparente
y formalista, tradicionalmente contrapuestos y empleados en estado
químicamente puro. En cierto modo, el espectador ya ha aprendido
a decodificar cualquier mensaje, por complicado que sea, y a integrarlo
en la narración de forma natural, sin que la continuidad
diegética se vea afectada. Por eso Tarantino puede permitirse
emplear recursos como la sobreimpresión de rótulos
("9 minutos 37 segundos más tarde") e incluso juegos
como la cuadrícula virtual dibujada por Mia al dirigirse
a Vincent ("no seas cuadriculado"). Estos recursos, que
muchos años antes hubiesen sido mal tolerados por el espectador,
le permiten a Tarantino establecer guiños en la narración,
además de homenajear visualmente a las revistas Pulp,
fuente de donde arranca la película.
Al mismo nivel, sin embargo, se mantienen
recursos clásicos empleados con maestría. La secuencia
de montaje en la que se Vincent se prepara una dosis de heroína
parece todo un homenaje, en cuanto a estilo, al cine clásico.
Los montajes paralelos (Vincent bebiendo alcohol vs. Mia cortando
coca; Vincent acelerando en el coche vs. Lance hundido en su sofá),
funcionan magistralmente, con una sutileza en la conducción
del espectador hacia los detalles (en las secuencias con drogas
funcionan muy bien el contraste de los planos generales de los personajes
con los primeros planos de los estupefacientes).
Pero quizá una de las mejores
aportaciones de la película sea su disposición estructural.
El argumento, que puede ser reconstruido sencillamente en una continuidad
lineal de tres días, es presentado de forma desordenada.
Así, Tarantino puede unir originalmente historias que casi
son independientes, pero que se integran a la perfección
gracias a esta disposición especial y al hecho de que existan
personajes comunes en todas ellas. No es un recurso nuevo, pero
sí que se emplea con una efectividad contundente.
Quentin Tarantino, tras su existosa
dirección en Reservoir Dogs
(1992) y su participación en los guiones de Amor
a quemarropa (1993) y Asesinos natos
(1994), se había convertido en una especie de "niño
malo" dentro de Hollywood. Ya fuera una etiqueta industrial
o una verdadera declaración de principios del director, el
hecho es que estos precedentes crearon un idóneo clima de
expectación ante Pulp Fiction.
Como suele ocurrir en tales circunstancias, la película se
llevó a un tiempo los mejores halagos y las diatribas más
encendidas. Los detractores de la película argumentaron principalmente
su actitud benevolente respecto a la droga y la violencia. Aun así,
la película consiguió la Palma de Oro en Cannes y
un Oscar al mejor guión original (tras 7 nominaciones), entre
otros muchos premios.
La frescura de la película,
patente en el toque mágico que el director imprime a todos
sus elementos, desde los diálogos hasta la disposición
estructural del argumento, pasando por la banda sonora, ha marcado
toda una forma de hacer cine y ha creado algunos iconos que han
pasado ya al universo audiovisual del nuevo siglo XXI (vestuario
de los protagonistas, baile en el Jack's Rabbit Slim,...).
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