Sus Inicios |
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La primera etapa de Almodóvar
se define por el frenesí y la desinhibición de sus
argumentos. Pepi, Lucy, Bom, y otras chicas
del montón (1980), Laberinto
de pasiones (1982), Entre tinieblas
(1983) y la brillante ¿Qué
he hecho yo para merecer esto? (1984) están repletas
de extravagancias y de disparates llamativamente provocativos, exhibiendo
sin tapujos contenidos (especialmente los sexuales) que lindan con
lo prohibitivo, al menos según los moldes estéticos
de los primeros años ochenta.
Como todo talento creador que disfruta
provocando, Almodóvar consiguió ser desde el inicio
objeto de encendidas y controvertidas críticas. Desde aquéllas
que le otorgaron el acierto de haber encontrado un nuevo e insólito
cauce de comunicación con el espectador, hasta las que le
tildaron de oportunista, cuyo único mérito radicaba
en saber haber adaptado el esperpento, en su versión más
grosera, a la cultura posmoderna.
Su Universo |
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En cualquier caso, lo que es indudable
es que poco a poco Almodóvar ha ido conformando una particular
forma de hacer cine. En ¿Qué
he hecho yo para merecer esto? y sobre todo en Mujeres
al borde de un ataque de nervios (1988) hace gala de un refinado
gusto satírico, a la vez que sigue conformando su especial
universo femenino, tan presente en toda su carrera, y causante de
que el mundo del celuloide haya generado la etiqueta "chica
Almodóvar" para aquéllas actrices que tienen
el privilegio de ser fetiches para el director manchego: Carmen
Maura, Marisa Paredes, Cecilia Roth... Con ¿Qué
he hecho yo para merecer esto?, tras las controvertidas críticas
que generó Entre tinieblas,
consiguió Almodóvar ganar algo más de respeto
entre la crítica más reacia a su obra, aunque todavía
llegarían coros apocalípticos, aprovechando la desigual
acogida de sus siguientes películas: Matador
(1986), Átame (1989), Tacones
lejanos (1991) o Kika (1993)
.
Por fin, y tras la irregular Carne
trémula (1999), llegó Todo
sobre mi madre (2000), con la que parece aclararse definitivamente
el negro panorama en la relación críticos-cineasta.
Siguen existiendo los rechazos, pero enfocados ya desde un respeto
que nadie se atrevería a romper a estas alturas. Un respeto
ganado a pulso, y refrendado posteriormente con la consecución
del Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Aunque no sea fácilmente perceptible,
su evolución como cineasta es indiscutible. Almodóvar
sigue siendo fiel a sí mismo, y eso no le permite alejarse
de los personajes extravagantes que deambulan por situaciones límite.
Sin embargo, el disparate y las situaciones alocadas de sus primeros
filmes han ido progresivamente convirtiéndose en situaciones
más reposadas, y sobre todo, más reales. Desde su
talento y experiencia, Almodóvar ha conquistado el don de
hacer creíbles y verdaderas las tragedias, incluso las más
forzadas.
Ciertamente, costaría creer
en la efectividad de sus filmes si se repasara en frío el
universo dramático de Almodóvar (actores porno, rateros,
violadores, homosexuales y travestís de diversa clase y condición,
monjas con sida...), pero lo cierto es que con sus comedias y melodramas,
Almodóvar ha sabido configurar un universo fílmico
propio. Sus personajes transitan por el melodrama y la tragedia,
pero siempre sobre un fondo desplegado con enérgico optimismo.
Incluso en sus coqueteos con el dolor transmite la esperanza de
que hay recuperación después de la tragedia. Su mirada
e ímpetus excesivos no son más que los de alguien
que renueva en cada película sus deseos de vivir.
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