                    
|
Alemania |
 |
A partir de 1966 surge un intento
de introducir en el cine alemán innovaciones al modo de la
Nouvelle Vague, cambios en los métodos de producción
y realización, en ocasiones con actores aficionados, sonido
directo, escenas y diálogos improvisados, relatos fragmentados,
etc.
Se inicia el movimiento en 1966 con
películas como Una muchacha sin historia
(Abschied von Gestern) de Alexander
Kluge, y El joven Törless
(Der junge Törless), adaptación
de la novela de Robert Musil, de Volker Schlöndorff.
Éste seguirá con películas como Vivir
a cualquier precio (Mord und totscholag,
1967), y otra adaptación, ésta vez de Günter
Grass, El tambor de hojalata (Die
Blechtrommel, 1979).
Tras un momento de euforia, las películas
no logran ser distribuídas, por ello algunos directores crean
sus distribuidoras independientes. También son ayudados,
a veces, por la financiación de la televisión. Aunque
el movimiento sigue unas formas y un estilo, no se trata de un grupo
unificado. Estos son algunos de sus directores:
- Rainer
Werner Fassbinder autor de magistrales y conmovedores melodramas
como El mercader de las cuatro estaciones
(Händler der vier Jahreszeiten,
1971), Todos nos llamamos Alí (Angst
essen seele auf, 1974) y Fontane
Effi Briest, 1974.
- Werner Herzog, con Aguirre,
la cólera de Dios (Aguirre,
der zorn Gottes, 1971), El enigma
de Gaspar Hauser (Jeder für
sich und Gottgegen alle, 1974).
- Win Wender,
con El miedo del portero ante el
penalty (Die
angst des Tormanns beim Elfmeter, 1971),
Alicia en las ciudades (Alice
in den Städten, 1973), y
En el curso del tiempo (Im
lauf der zeit, 1976) en la que sigue
estilos de autores como Ozu o Godard, y con la que pretende que
el espectador aprenda a mirar. Tras hacer El
amigo americano (Der
amerikanische freund, 1977), Coppola
le ofrece rodar en EEUU.
Otros directores son muy experimentales
y a pesar de tener obras maestras, son muy minoritarios y no distribuidos:
Wermer Schoeter,
Hans-Jürgen Syberberg, Jean-Marie
Straub y Danièle Huillet.
También es muy importante
el auge feminista de los 70, con una presencia relevante en festivales
y salas de cine hasta el punto de que se llama "milagro
alemán del cine femenino", con directoras significativas,
como la ya nombrada Danièle Huillet,
Jutta Bruckner, Helke
Sander, Ulrike Ottinger, con
Madame X (1977), y Orlando
furioso (Freak Orlando, 1981),
Margarethe von Trotta, con El
honor perdido de Katherina Blum (Die
verlorene Ehre der Katharina Blum, 1975), y Helma
Sanders-Brahms, con Alemania pálida
madre (Deutschland bleiche Mutter
(1979).
Bélgica |
 |
Chantal Akerman, es
una directora de películas experimentales y personales, con
tomas largas, en las que cada plano está cuidadosamente compuesto,
y cada gesto es el resultado de una precisa dirección. Los
argumentos son minimalistas o inexistentes y el espacio es un personaje
más. En Jeanne Dielman, 1975
y News from home, 1977, Akerman
explora el medio con temas no convecionales, con poco diálogo,
muchos sonidos, cámara fija, imágenes atractivas,
y como en algunas otras películas suyas, con un punto de
vista feminista. Después, en Toute
une nuit, 1982 y Moving in,
1993, sigue explorando nuevos medios de expresión.
Países Nórdicos |
 |
La cinematografía sueca que,
en los años 20, había conocido un periodo de gran
vitalidad, florece ahora de la mano de una serie de directores atentos
a los grandes problemas de la condición humana. La enorme
libertad expresiva con que se enfrentan a cuestiones tradicionalmente
consideradas tabú, como la temática sexual, convertirá
a la cinematografía sueca en una de las más polémicas
e interesantes del cine moderno. Destaca entre todos sus componentes
la figura de Ingmar Bergman.
Bo Widerberg
dirige en 1971 Joe Hill, una obra
maestra amarga, de denuncia sobre las desigualdades sociales.
Y en otro de los países nórdicos,
en Dinamarca, continúa su labor el autor de La
pasión de Juana de Arco (1927), el imprescindible
Carl Th. Dreyer, cuya fidelidad a una
concepción artística propia y a un espíritu
crítico riguroso convierten La palabra
(Ordet, 1955) y Gertrud
(1964) en verdaderas cumbres del cine universal.
Países del este |
 |
El armenio Sergey
Paradzhanov dirige Teni zabatykh
predkov (1964), Sombras de olvidados
antepasados, también conocida como Caballos
de fuego salvajes, un tributo a las posibilidades del cine
y a las tradiciones del pueblo, película con elementos folclóricos,
costumbres, ritos y canciones. La narrativa no es lo más
importante , sino los impresionantes logros de estilo, es un tour
de force visual, con colores simbólicos, virados, cámara
lenta, planos subjetivos, manipulación de la banda sonora,
exposiciones múltiples, cámara-en-mano en continuo
movimiento y rápidas panorámicas de 360º para
enfatizar la continuidad de los temas. A pesar de las trabas de
las autoridades, hace El color de las granadas
( Sayat nova, 1969) en la misma línea.
En la Unión Soviética
destaca la obra de Andrei Tarkovsky,
cuyo reconocimiento internacional será unánime. Es
uno de los grandes del cine, radical, polémico pero imaginativo
y apasionante, con un lenguaje personal que expresa su visión
poética de la realidad y con un estilo inconfundible que
por sí solo es como una teoría del cine. Andrei
Rublev (1966), El espejo (1974),
Stalker (1979) y Sacrificio
(1986), son algunas de sus intensas obras.
Andrei Konchalovski,
hermano de Nikita Mijalkov, colabora en el guión de Andrei
Rubliev y dirige Siberiada
(1979)
En Polonia
destacan: Jerzy Kawalerowicz, que aborda
la superproducción en Faraón
(Faraon, 1966), en la que
trata el problema, presente en su país, del conflicto de
poder entre Estado e Iglesia, ubicándolo en el antiguo Egipto;
y Andrzej Wajda, cuya figura se da
a conocer con Kanal (1957), retrato
de la resistencia polaca a través de los canales del alcantarillado
de Varsovia, durante el levantamiento de 1944. Wajda, preocupado
por el hombre en sus dramas sociopolíticos, pudo seguir dirigiendo
obras magistrales, a pesar de la censura, como Cenizas
y diamantes (Propiol y Diament,
1958) que aún es mejor y reconstruye las 24 horas tras la
liberación; Paisaje después
de la Batalla (Krajobraz po Bitwie,
1970), La tierra de la gran promesa
(Ziemia obiecana, 1975), El
hombre de mármol (Czlowiek
z marmonu, 1977) y Panny y Wilka
(Panny z Wilka, 1979), un mundo de
emociones y nostalgia, una película lírica con suaves
enfoques.
Wojciech Has
logra una hermosa película basada en la obra de Jan Potocki
El manuscrito encontrado en Zaragoza
(1964).
Y en Polonia realizará su
primera película Roman Polanski,
El cuchillo en el agua (Noz
w wodzie, 1962), muy sombría y magistral, un análisis
terrible del espíritu. Después abandona el país
para hacer películas en Francia, Gran Bretaña y Estados
Unidos, como Rosemary´s baby,
1968, un magnífico thriller de terror y la sorprendente
y extraña policíaca Chinatown
(1974).
En Checoslovaquia
surge la nueva ola checa con realizadores como Milos
Forman, Ivan Passer y Jiri
Menzel que dirige Trenes rigurosamente
vigilados (1966). Las películas de estos directores
focalizan pequeños incidentes cotidianos, en lugar de ensalzar
los logros del realismo socialista en el que estaban inmersos. Vera
Chytilová es la más famosa directora checa,
innovadora y polémica, continuadora de la labor de otras
mujeres pioneras y también del feminismo. En sus películas,
siguiendo la filosofía de Eisenstein, experimenta con el
montaje e intenta "formar" al espectador. Las
margaritas (Sedmikrásky,
1966) es la más audaz, de montaje brillante, con procesados
de color, un tour de force y un tributo a los clásicos
como Lumière, Chaplin y Gance. Después se hace menos
formalista y dirige películas más realistas.
En Hungría
también surge un movimiento similar. Marta
Meszaros con películas intimistas y de suma delicadeza
sobre la mujer, Adopción
(1975) y Nueve meses(1976).
Miklós Jancsó dirige
películas nada convencionales en su construcción,
con largos planos secuencia y constantes movimientos de cámara,
como en Salmo rojo (1972).
Asia |
 |
El representante de Japón más conocido en Europa sigue siendo Akira
Kurosawa, que se encuentra ahora en su etapa de plena
madurez. Pero en Japón aparece una nueva generación,
la nueva ola japonesa, que muestra los motivos de su sociedad
con problemas y conflictos. Pertenecen a este movimiento: Shohei
Imamura, Evaporación del hombre (Ningen johatsu,1967), Masahiro
Shinoda,
Masaki Kobayashi,
Harakiri (Seppuku , 1963) y
El más allá (
Kwaidan, 1965) y Nagisa
Oshima, El
imperio de los sentidos, 1975 y El
imperio de la pasión, 1977.
En la India , el país que por su población y variedad lingüística se sitúa en cabeza de la producción mundial desde los años 50, sigue su grandiosa obra Satyajit Ray, tocando todos los géneros (dramas históricos, documentales, films para niños, musicales) pero siempre muy crítico con las tradiciones de su país: Kanchenjhunga (1962) o Trueno lejano ( Ashani Sanket , 19739) son algunos jalones de una carrera de más de 40 películas. Otros autores interesantes son Ritwik Ghatak y el bengalí Mrinal Sen , muy influido por la Nouvelle Vague .
Australia |
 |
Gillian Armstrong
recuerda en sus películas el mejor hacer del estilo
de Hollywood, como en My brilliant career,
1978, con guiones que apuntan temas sexuales y tensiones familiares.
Latinoamérica |
 |
En México continúa
su obra Luis Buñuel, que realiza
en estos años algunas de sus obras capitales.
En este período surge en Latinoamérica un importante impulso cinematográfico influenciado por las nuevas teorías y por las situaciones políticas y sociales-como la Revolución cubana- que crea las bases del Nuevo Cine Latinoamericano (NCL). Es un cine de compromiso y militante, tanto desde posiciones izquierdistas como católicas progresistas, de autores que quieren ayudar a transformar el estado de las cosas con sus películas.
Tras la revolución de 1959 Cuba se convierte en uno de los focos de referencia con la fundación del ICAIC y las visitas de numerosos cineastas europeos que imparten cursos (Joris Ivens, Wajda, Zavattini, Agnés Varda,...). Se presta atención a todos los géneros y, como en muchos países del bloque socialista, a la animación y el documental. Con La muerte de un burócrata (1966) y Memorias del subdesarrollo (1968) Tomás Gutiérrez Alea se convierte en el cineasta de referencia. Con la extraordinaria Lucía (1968) Humberto Solás muestra su inclinación por un cine épico que da protagonismo a personajes femeninos. Otros nombres importantes son Julio García Espinosa , que filmó la primera película de la Revolución ( Cuba baila , 1960), Manuel Octavio Gómez , formado en España y autor de un cine revolucionario, nacionalista y didáctico y Sara Gómez con la maravillosa De cierta manera (1977).
En Argentina, La hora de los hornos (1968), un singular documental de más de cuatro horas, es el símbolo del nuevo cine ya que su director Fernando Solanas y su guinosta Octavio Getino son los autores del manifiesto "Hacia un tercer cine". Dentro de la industria destaca Leopoldo Torres Nilsson , especialista en adaptaciones literarias desde Carmen Laforet a Manuel Puig o Bioy Casares pasando por la épica Martin Fierro (1968) y la aparición de los jóvenes Luis Puenzo y Adolfo Aristaraín .
En Bolivia, Jorge Sanginés creó el colectivo Ukamau orientado a plasmar la discriminación de los indígenas. Es autor de las míticas Ukamau (1966), Yawar Mallku (La sangre del Cóndor, 1969) o El coraje del pueblo (1971).
En Chile hay una eclosión del cine hasta el golpe el golpe militar en 1973: Miguel Littin con las emblemáticas El chacal de Nahueltoro (1969) y La tierra prometida (1973) y Patricio Guzmán que rodaría ya en el exilio la trilogía La batalla de Chile (1975-78)
En Brasil el cine cobra más importancia que en
otros países latinoamericanos, con el cinema novo
brasileño y con Glauber Rocha liderando el NCL. Es un cine que tiene una gran fuerza expresiva y que aborda los conflictos sociales del país, en películas como
Deus e o Diablo na terra do Sol (1964),
y Antonio das Mortes (1968) de Glaubert
Rocha; Vidas secas (1963),
de Nelson Pereira dos Santos;
y Os fuzis
(1964), Los cazadores
(1969) y Os deuses e os mortos
(1970) de Ruy Guerra
.
 |
Capítulo 11: Vidas secas, Antonio das Mortes, Paisaje después de la batalla de Wajda, Rapsodia Magiar de Miklos Jancsó y Ran de Kurosawa.
|
|
|