Análisis Cinematográfico > Al final de la escapada





En esta película se utiliza un lenguaje poco convencional, rompiendo con la sintáxis del montaje invisible y la continuidad. Estos son algunos de sus rasgos característicos:


Ruptura del Raccord

Desaparece la preocupación por mantener el raccord entre dos planos consecutivos. Así puede apreciarse cuando Michel piropea a Patricia en su coche. El montaje incluye un nuevo plano con cada nuevo piropo, sacrificando la continuidad visual en una especie de montaje que se muestra a sí mismo. En uno de sus intentos de robar coches, Michel desaparece corriendo en un plano de derecha a izquierda, para entrar en el siguiente por la izquierda, justo al contrario de lo que recomiendan las normas clásicas.
Utilización del Sonido

Se sacrifica el tratamiento realista del sonido. Los efectos de sonido (disparos, por ejemplo) y las músicas empleadas varían en volúmenes y verosimilitud entre unos planos y otros.

Ruptura de la Ficción

En algunas escenas los personajes se dirigen a los espectadores, como al inicio de la película cuando Michel se vuelve a cámara para interpelar al público: "Si no les gusta la playa...". Y al final, cuando afirma: "Estoy harto y cansado", en una especie de confesión pública que marcará el desenlace final, con su muerte.

Introducción de Autoreferencias

Es habitual en Al final de la escapada la utilización de elementos narrativos que establecen llamadas sobre el propio argumento. Generalmente, son títulos que aparecen en carteles de cine: "Vivir peligrosamente hasta el fin" o "Más dura será la caída", introducidos en primeros planos en clara alusión al desenlace de la película. En otra ocasión, cuando Michel y Patricia entran al cine, sobre un primer plano de ambos besándose, se escucha en off el diálogo de la película proyectada, que contiene referencias explícitas a una de las claves del tema, la imposibilidad del amor.

Por lo general, todos estos elementos conforman lo que se ha venido a llamar "cine de autor", que se contrapone al "cine clásico" o "cine de argumento". Esta última tendencia está formada por películas en las que todos los elementos formales se ponen al servicio de la acción, auténtica protagonista de un guión en el que el personaje central (héroe) tiene que resolver una situación (conflicto) para devolver la realidad a su estado natural (desenlace). En el cine de autor, el personaje no tiene grandes misiones. Se plantean conflictos internos, psicológicos, que el personaje va integrando y resolviendo con desigual suerte. A raíz de estos planteamientos, el autor de la película puede emplear recursos formales para subrayar esos conflictos, independientemente de que dicho empleo esté justificado por la acción. En el cine clásico, si la cámara se mueve es porque acompaña a un personaje. En películas como Al final de la escapada, la cámara puede abandonar al personaje para dirigirse a un cartel de la pared, sin justificación dramática alguna. La importancia de las películas "de autor" radica precisamente en el "cómo" se cuentan las cosas. En Al final de la escapada, el montaje a saltos es el reflejo de la huída del protagonista; los movimientos circulares de la cámara, de la imposibilidad de la huida; las largas secuencias dialogadas, del intento por comprender la naturaleza de las relaciones.

Al final de la escapada parte de una historia muy simple. Un gángster mata a un policía e intenta huir con su chica de la persecución de la autoridad. Sobre este sencillo argumento, Godard estructura todo un ensayo personal sobre el devenir de ciertos valores personales y sociales. Por ello la ruptura visual es espejo de la ruptura personal y social.

En el film podemos encontrar secuencias de diálogo, como la de Michel y Patricia en la habitación del hotel, que, sin aportar nada a la trama de acción principal (la huida), adquieren un protagonismo sustancial (esta secuencia dura 13 minutos). Naturalmente, vienen a demostrar que esa línea argumental no es más que una simple estructura sobre la que cimentar un discurso basado en el universo personal del autor.

En la película, Godard adopta un tono estético profundamente antiacadémico, muy bello, que le permite mostrar la hostilidad de la sociedad moderna y la cruel imposibilidad de la pasión amorosa.

La Nouvelle Vague

Al final de la escapada puede considerarse un fiel ejemplo de lo que supuso la Nouvelle Vague (Nueva Ola francesa), un movimiento en el que se engloba a un grupo de directores que compartieron una forma peculiar de entender el cine. Estos jóvenes realizadores, muchos de ellos críticos de la revista Cahiers de Cinema, se suman a un movimiento de rebeldía frente al cine realista psicológico. Para ellos, el cine francés y gran parte del americano había quedado inmerso en un farragoso estilo literario, que muy poco decía del valor propio de la imagen como elemento narrativo. Frente a esta tendencia, estos autores proponen un lenguaje visual atrevido, muchas veces insolente, fruto de la reacción frente a lo que consideraban académico. Siguiendo el ejemplo de los grandes maestros como Hawks, Ford o Hitchcock, a los que sí admiraban, plantean historias visuales, que devuelvan al cine su natural estado de arte audiovisual.

El Festival de Cine de Cannes de 1959, que supuso la puesta de largo oficial del nuevo grupo, vio nacer por tanto una cine renovado, que, además de ser visualmente atrevido, retrataba en sus imágenes a gente corriente en lugares corrientes. De nuevo el cine recupera la libertad de movimiento, los exteriores e interiores naturales, incorporando el sonido directo y el tono documental. Rivette, Chabrol, Truffaut, Resnais, Rohmer son directores que junto a Godard redescubren al mundo el "cine de autor", aquél que sirve para vehicular los universos poéticos de sus creadores.