A partir de 1927, se promulga en el Reino Unido una legislación
proteccionista, la "Cinematograph Film
Act", con el fin de contrarrestar la fuerte competencia
extranjera, especialmente norteamericana. Esta ley fijará
una producción anual mínima de cincuenta films e impondrá
a exhibidores y distribuidores una cuota mínima del cinco
por ciento de películas inglesas. Los resultados de su aplicación
serán inmediatos, y pronto la industria inglesa tendrá
que recurrir a profesionales extranjeros que, con su labor, contribuirán
a colocar al cine inglés en uno de los primeros puestos a
nivel mundial.
Los húngaros Alexander
y Zoltan Korda aportarán algunas de las obras más
comerciales y de mayor calidad de estos años. El primero
hará una crónica histórica memorable en La
vida privada de Enrique VIII (The private life of Henry VIII, 1933);
y Zoltan Korda rodará películas exóticas en
diferentes continentes, como Las cuatro
plumas (The four feathers, 1939), una gran aventura rodada
en color.
Pero no todos los artífices
del cine inglés serán extranjeros. Una de las figuras
clave de estos años será Alfred
Hitchcock, que en 1929 rueda su primera película
sonora, La muchacha de Londres (Blackmail).
También será importante
el movimiento documental. En 1929, el sociólogo escocés
John Grierson con la puesta en marcha
de la célebre Escuela Documental Británica, influído
por el polaco/soviético Dziga Vertov,
explorará el campo del documental desde una rigurosa concepción
sociológica, con un estilo casi funcionarial. Sin embargo
en este movimiento hubo otros más estetas, y con otra actitud,
que serían precedente e influencia para el Free
Cinema.
En este período surge otra
de esas rarezas indispensables y maravillosas del cine, Robert
J. Flaherty (EEUU, 1884), con su obra llena de lirismo y
realismo, Man of Aran (1934), producción
británica rodada en las islas Aran (Irlanda). Flaherty había
dirigido Nanook en 1922, otra de
sus obras maestras. Después, codirige con Murnau
Tabú en 1931, que aún
mantiene su aire moderno.
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