Sobre el concepto de literatura infantil

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Si bien hoy es comúnmente aceptada la opinión de que debe haber una literatura específicamente infantil "[...] con obras que reúnan unas condiciones adecuadas a la mentalidad de los niños, tanto en la forma como en el contenido e intención", la creación literaria para niños y niñas1 ha sido tradicionalmente infravalorada y considerada como un género menor.

En este sentido se expresa Juan Cervera, cuando dice: "Durante largo tiempo la literatura infantil ha tenido consideración escasa e incluso algo peyorativa2. Se han discutido y hasta negado su existencia, su necesidad y su naturaleza. En el momento actual nadie se atreve a negar su existencia y su necesidad, aunque lógicamente abunden las discrepancias en torno a su concepto, naturaleza y objetivos [...]".

Una de las dificultades aludidas, radica en la propia diversidad de los materiales que son susceptibles de ser albergados bajo el concepto de literatura infantil:

El concepto de la literatura infantil tiene que ser, por tanto, amplio para no dejar fuera ninguna de las manifestaciones aludidas. Sin embargo, es necesario establecer unos límites a esta concepción amplia que vendrán marcados por el componente literario: no toda publicación para niños es literatura.

Otro aspecto muy discutido es la relación entre la literatura infantil y la pedagogía. La literatura para niños se mueve en un difícil equilibrio entre lo literario, que ha de ser lo sustancial, y la necesaria adecuación al lector.

Dar respuesta a las necesidades del público infantil y tener en cuenta su particular estadio evolutivo definen y condicionan a la vez la naturaleza de esta literatura. Las primeras obras destinadas a los niños, que no pueden considerarse producciones propiamente literarias, tuvieron un carácter meramente instructivo.

Durante los siglos XVIII y XIX es apreciable también una fuerte carga de didactismo y una intención moralizante en las producciones literarias para niños. Hay divergencia entre los especialistas a la hora de establecer los orígenes de la literatura infantil, inclinándose unos por el siglo XVII, con los Cuentos de Perrault, y otros por el siglo XIX, con los Cuentos de la infancia y del hogar, de los Hermanos Grimm.

A finales del pasado siglo y principios del siglo XX el auge de la burguesía, y la diferente concepción de la infancia, marca en Europa un punto de inflexión en la creación para niños, alejándose del didactismo de otros tiempos. Tras la Segunda Guerra Mundial esta evolución del libro infantil se hará más patente, tomando clara conciencia diferenciadora entre lo didáctico y lo literario.

Este desarrollo y evolución de la literatura infantil tuvo, no obstante, en la escuela, y de manera especial en los movimientos de renovación pedagógica, unos grandes aliados y valiosos agentes promotores del cambio. En la actualidad la literatura para niños está integrada plenamente en el medio escolar y allí ha encontrado un gran espacio promotor, aunque también obstáculos, como la excesiva instrumentalización del libro infantil.