TRABAJAR Y CONVIVIR
Trabajar y convivir han sido fácilmente conjugables en el pasado. En nuestra sociedad altamente tecnológica hemos ido perdiendo la práctica del trabajo que, por necesidad, se hacía en común y que, en muchas ocasiones era generador de convivencia. Esta experiencia de trabajar y convivir al mismo tiempo se ha dado, por ejemplo, en muchos trabajos relacionados con el mundo rural como la siega o las matanzas. Eran actividades basadas en la convivencia y en la confianza, en las que participaban hombres y mujeres.
En las sociedades rurales, se trabaja y convive al mismo tiempo propiciando así relaciones y vínculos afectivos. Fuente: Banco de imágenes CNICE
Por su parte, las mujeres han sido expertas en aunar esfuerzos y juntarse entre sí para la realización de múltiples tareas, desde lavar la ropa en los ríos, hasta hacer el pan en el horno comunal o participar en la organización de un festejo. Eran contextos en los que el tiempo de trabajo y el tiempo de convivencia era el mismo; en las que el trabajo y la diversión se gestaban en el mismo espacio.
Lo que tratamos de decir con esta reflexión es que, si bien la técnica trae importantes ventajas, el uso que se hace de ella en muchos lugares de trabajo puede propiciar una mayor individualización del mismo, una disminución de espacios y tiempos de convivencia. Pero también es cierto que la técnica es vivida en muchos casos, sobre todo por las nuevas generaciones, como un elemento que propicia la relación, de manera que una pantalla de móvil o de ordenador no es un obstáculo, más al contrario, es un vehículo que permite la relación mientras se está trabajando.
En cualquier caso, lo que nos interesa destacar de este tipo de experiencias es que convivir y trabajar puede resultar relativamente fácil, si ponemos en el centro de nuestras pretensiones la relación entre las personas y alrededor de ésta se desarrollan otras muchas facetas y actividades; sin embargo trabajar y convivir puede no ser tan fácil cuando se pone el acento fundamental en la productividad, el poder o los beneficios.
En el centro educativo el trabajo va unido a la convivencia, son inseparables. Por ello los centros se convierten en escenarios privilegiados para que el alumnado aprenda que cuando la convivencia es fluida, cuando las relaciones están presentes, cuando el profesorado, los alumnos y las alumnas se relacionan sin violencia, entonces el trabajo se desarrolla en condiciones óptimas; se aprende más y mejor.
Cuando en el centro educativo se establece una relación de convivencia mejoran las condiciones de aprendizaje.
Fuente: Banco imágenes CNICE.
Milagros Montoya y José Mª Salguero10 ahondando en el trabajo para la convivencia que se realiza en los centros educativos, proponen una serie de actividades de las cuales comentan: “Más que actividades aisladas, el valor de la propuesta radica en el proceso de trabajo y de participación progresiva de las tutorías. Es decir, el valor está en que no hay nada de extraordinario, sino que cada tutor o tutora y por contagio –podríamos decir- todo el profesorado ha sentido que las cosas mejoraban, que se estaba más a gusto, que era más agradable trabajar en el centro. Pero, sin saber por qué, como si hubiera surgido por casualidad, sin que se descubriera ninguna causa específica de este bienestar. Más o menos como suele suceder en la casa donde todo funciona bien gracias a la madre que mantiene cada cosa en su sitio, cada necesidad atendida y cada persona sabiéndose única y singular. Y si se pregunta por qué sucede esto, sorprende la respuesta que habitualmente suele ser: porque sí, porque es lo natural. Hace falta reflexionar y pararse a pensar para ver que en la convivencia no hay nada que surja por casualidad, sino que siempre hay alguien que ha hecho algo para que en vez de violencia haya civilización, es decir, bienestar”.