Anexo > "Visiones y sinfonías expresionistas" por Renato Sanjuán
   
Las Tentaciones de San Antonio. 1515. GrünewaldEl Grito.  1893. Eduard Munch El Golem
Frankenstein El Gabinete del Doctor Galigari.
El Gabinete del Doctor Galigari. Nosferatu. El Último. La momiaEl Doctor Mabusse. Metrópolis. 1926. Fritz Lang M.
Bajo la máscara del placer.El Ángel Azul.Ciudadano Kane
Sed de Mal.
Vaya por delante que éste no es, ni mucho menos, un artículo exhaustivo ni riguroso sobre el expresionismo alemán. Tan solo se trata de un recorrido subjetivo por algunas películas, vagamente unidas por el término "expresionismo", en el que voy a intentar explicar por qué me gustan y por qué creo que merecen la pena ser vistas, a día de hoy, como mucho más que una reliquia o una curiosidad.

Hay dos razones principales para esto. Por un lado, nos sirven para entender el estado de ánimo de la sociedad alemana de entreguerras, hasta tal punto que se suelen considerar como un espejo del camino que llevó a Alemania de Weimar a Hitler. Y por otro, muchas de ellas son verdaderas cumbres de un arte que a la vez alcanzaba su punto álgido y empezaba a emitir su canto de cisne: el cine mudo contaba sus últimas horas y nos dejó un puñado de películas maravillosas, libres y modernas, varias de las cuales vieron la luz en la turbulenta Alemania de aquel período. Hoy en día sigue sorprendiéndonos, por sofisticado y por moderno, su lenguaje visual.

El Expresionismo surgió como movimiento a principios del siglo pasado con el Grupo Die Brucke, aunque hunde sus raíces en la Edad Media (Durero, Grünewald) y en precursores más recientes como Van Gogh o Munch. La pintura expresionista ofrece una visión del mundo ferozmente subjetiva, deformada y torturada. Los artistas pintan la angustia, la muerte, la desesperanza y el horror, y para hacerlo rompen con la realidad a base de trazos y colores salvajes y agresivos. La influencia expresionista también alcanzó a la literatura, la música, la poesía y el cine.

Al igual que cualquier otro movimiento estético, el cine expresionista tiene sus antecedentes. Los dos más conocidos son las primeras versiones de El Golem (1914) y de El estudiante de Praga (1913). Ambas fueron codirigidas y protagonizadas por Paul Wegener, y ambas dieron lugar a sendos "remakes" en los años '20. La temática de ambos filmes, romántica, oscura y con toques filosóficos, anticipa la oleada que estaba a punto de llegar.

El estudiante de Praga mezcla el mito de Fausto, el mito del doble o doppelganger (también presente en El retrato de Dorian Grey, en Doctor Jekyll y Mr. Hyde y en el cuento de Poe, William Wilson), para contarnos la historia de un estudiante que vende despreocupadamente su reflejo a un mefistofélico personaje, que lo usará para cometer todo tipo de desmanes y achacárselos al infeliz protagonista.

Esta dualidad entre la parte buena y la parte mala se percibe también en El Golem, basado en una antigua leyenda en la que un rabino insufla vida a una criatura de arcilla. Una vez que la criatura toma consciencia de su origen artificial y de su falta de humanidad, debido al rechazo de una dama de la que se enamora, destruye furiosa todo lo que encuentra a su paso. Las similitudes con Frankenstein, otra versión del mito sobre lo bueno y lo malo, son más que evidentes. Como curiosidad, se dice que Boris Karloff se fijó mucho en la interpretación de Paul Wegener para crear su propio monstruo.

Hay que decir que el "verdadero" cine expresionista solo duró de 1919 a 1924, y que por lo general al hablar de él nos referimos a películas de influencia expresionista que abarcan hasta principios de los años '30. El film expresionista por excelencia es El gabinete del Doctor Caligari (Robert Wiene, 1919). Nos cuenta la historia del malvado doctor Caligari, que tiene esclavizado al sonámbulo Cesare y lo utiliza para cometer terribles crímenes. Al principio, los guionistas Carl Mayer y Hans Janowitz plantearon la historia como una alegoría de la guerra a través de la manipulación de Cesare (el pueblo) por parte de Caligari (el poder), que lo manda a matar y morir mientras vegeta en un estado de sopor permanente. Wiene añadió un prólogo y un epílogo que convierten la alegoría en el delirio de un loco que confunde al amable director del manicomio con el perverso Caligari. Para representar la ciudad de pesadilla se utilizaron decorados con perspectivas imposibles, ángulos extraños, arquitecturas tortuosas y sombras pintadas. Todo se recreó en el estudio. No hay pretensión alguna de realismo, es la visión retorcida de una mente igualmente retorcida. Viendo esta película tenemos casi la sensación de ver un cuadro en movimiento. Éste es a la vez su mayor hallazgo y su punto débil, ya que todo está subordinado al aspecto formal. Por este motivo cosechó críticas apasionadas, a favor y en contra. Para algunos era el futuro del nuevo arte, para otros un paso atrás, una vuelta al hieratismo de los primeros años del cine. El gabinete del doctor Caligari resulta especialmente interesante a nivel sociológico, como reflejo de los turbulentos conflictos internos que atormentaban a los alemanes, y a nivel estético como reflejo fidedigno de lo que era la pintura expresionista. Tuvo un éxito enorme en todo el mundo. Como curiosidad, su estreno en EE.UU. en 1921 causó un escándalo notable, y dio lugar a serios disturbios porque mucha gente opinaba que ver una película alemana era dar dinero al enemigo, eso a pesar de que se había firmado la paz con Alemania casi 3 años antes.

El gabinete del Doctor Caligari supuso una ruptura estética total, e influyó en muchas de las películas que vinieron después aunque, como es lógico, sus planteamientos un tanto restrictivos fueron evolucionando hacia otros más libres y dinámicos. Se llegó a acuñar la palabra caligarismo para referirse a las películas más abiertamente influidas por su estética. Se ha discutido mucho el mérito de Wiene en la película, debido a que nunca volvió a estar a la altura de Caligari, en favor de los diseñadores de los decorados, los pintores Hermann Warm, Walter Röhrig y Walter Reimann.

De los grandes directores del expresionismo alemán, Friedrich Wilheilm Murnau es, personalmente, mi favorito, y el más poético y romántico.

Murnau no era un "expresionista" estrictamente hablando. Para empezar, solía rodar en exteriores y en decorados naturales. La poesía y la delicada separación entre realidad y fantasía de sus películas lo diferencian también del expresionismo.

La primera película de Murnau que se asocia con el expresionismo es Nosferatu, una sinfonía de horror (1922). Se trata de una versión no autorizada de Drácula, disimulada para no pagar derechos, lo cual dio origen a una amarga disputa con Florence Stoker, la viuda del autor, que a punto estuvo de conseguir quemar el negativo original. Sin ser la primera película sobre Drácula, sí es la primera película de vampiros que se conoce habitualmente.

Nosferatu es el padre de todos los vampiros fílmicos. El legendario maquillaje de Max Schreck, con sus garras afiladas y orejas puntiagudas, está en la mente de todos como un icono del cine de terror. En Nosferatu hay imágenes extraordinariamente sugerentes que no han perdido su poder de fascinación: las ratas que siguen al vampiro a todas partes como una plaga, el vampiro saliendo tieso de su ataúd, el barco fantasma que llega a la ciudad, etc...
Con los tiempos que corren no se puede decir que Nosferatu sea hoy una película de terror, pero no cabe duda de que ha influido en muchas películas del género con su extraña mezcla de poesía y horror.

El último (1924), protagonizada por el gran Emil Jannings, es otra de las grandes obras de Murnau, al que a veces se le ha llamado "el director de las obras maestras". Es la historia del portero de un gran hotel y del respeto que le tienen en su humilde barrio debido a su bonito uniforme de botones relucientes. Un día lo degradan a encargado de los lavabos y le retiran el uniforme. Cuando es descubierto se ve despreciado por sus vecinos y su familia. La humillación le corroe. Finalmente, recibe una herencia inesperada y se hace muy rico y feliz.

El último es una película maravillosa que todo el mundo debiera ver, pues es una de las cumbres de su arte. La cámara de Murnau se mueve con una fluidez pocas veces vista antes, y la fotografía es un prodigio de matices y claroscuros. Verdaderamente, es música en imágenes. No es casualidad que Murnau subtitulara dos de sus películas con términos musicales: Nosferatu es "una sinfonía de horror", y Amanecer es "una canción de dos personas".

El último no tiene intertítulos (cartones de las películas mudas con texto dialogado o explicativo), tampoco los necesita, pues las imágenes se explican por sí solas. Solo hay un título que precede al falso final feliz y que ironiza sobre el mismo, pues se trata claramente de un parche que no concuerda con el tono de la historia.

Hay quien dice que el mérito de El último hay que dárselo a Carl Mayer, uno de los grandes poderes en la sombra de la época. Mayer fue también guionista, entre otras, de El gabinete del doctor Caligari, Metrópolis, Berlín, sinfonía de la gran ciudad y Amanecer. Sin dudar de la importancia de la figura gigantesca de Mayer, Murnau nos dejó una colección de películas sublimes, truncada por su temprana muerte y que basta para establecerle como uno de los más grandes directores de la historia del cine.

Tampoco podemos olvidarnos del operador, Karl Freund, que también lo fue de El Golem, Metrópolis y Berlín, sinfonía de la gran ciudad y que más adelante dirigiría en Hollywood la primera versión de La momia.

El último refleja la fascinación alemana por los uniformes; el uniforme es el símbolo de status del personaje, y una vez despojado de él, ya nadie le respeta.

Amanecer (1927) fue la primera película americana de Murnau, y su inclusión en esta lista es una pequeña licencia. Para muchos es, simplemente, la mejor película muda de la historia. Nos cuenta una historia sencilla de amor, traición y celos, de una manera poética y musical, con una sensibilidad extraordinaria. Como en El último la cámara es libre, y algunos planos siguen siendo soberbios a día de hoy. Los trucajes, con sobreimpresiones complejísimas, le dan un aire entre frenético u onírico, según momentos. El guión también es de Carl Mayer, y Murnau contó con todos los medios técnicos y económicos necesarios para hacer realidad su visión.

Fritz Lang dirigió algunas películas muy importantes en Alemania antes de huir del nazismo y establecerse con éxito en EE.UU. De joven había estudiado arquitectura, de lo cual dan fe los decorados monumentales de algunos de sus films:

El doctor Mabuse (1922), que se distribuyó como dos películas debido a su duración de más de tres horas, está muy emparentada con Caligari en algunos aspectos formales (decorados extravagantes, sombras pintadas, etc...) y en su protagonista: Mabuse es el arquetipo del malo, el amo de una red de crimen y corrupción que atenaza a una sociedad débil y decadente (nuevo reflejo de la atormentada sociedad alemana de entreguerras), un maestro del disfraz que se infiltra a placer en cualquier lugar y situación, cuyos ojos todo lo ven y cuyos tentáculos llegan a todos los rincones. Un manipulador, al igual que Caligari. El lado oscuro, el poder de la mente aplicado al mal. Se hizo tan popular que mereció varias secuelas en los años sucesivos, algunas del propio Lang y otras no.

En Metrópolis (1926) la grandiosidad de Lang alcanza la que quizás sea su cumbre, con la excepción de Los Nibelungos (1924), una aventura épica y mitológica igualmente monumental, aunque más complicada de encontrar hoy en día que Metrópolis. Independientemente de la ingenuidad y la simpleza del guión, Metrópolis resulta grandiosa por su concepto visual. Con su mezcla de elementos futuristas y antiguos, sigue siendo hoy en día el referente fundamental de cualquier estética "futurista-retro". La majestuosa y elegante ciudad alta contrasta con el tono industrial y opresivo de la ciudad baja. Todo está calculado hasta el mínimo detalle, incluso las masas hacen formas geométricas en medio de los tumultos y las carreras. Fue durante mucho tiempo la película más cara de la historia del cine alemán, lo cual en esa época no era poco. Visualmente no ha envejecido.

M, el vampiro de Dusseldorf (1931) se sale un poco del marco temporal de este artículo, aunque la influencia expresionista todavía se nota en la temática (la sórdida historia de un psicópata asesino de niños) y en la iluminación, basada en sombras y claroscuros, que le da un tono inquietante y perverso. Es la primera película sonora de Lang, un ejemplo de utilización expresiva e inteligente del sonido. Peter Lorre ofrece una interpretación memorable, que lo encasillaría para el resto de su carrera.

De Georg W. Pabst se dice que era un cineasta más social y más realista que otros de sus contemporáneos. A pesar de algunas películas memorables cayó en el olvido relativamente pronto, y a veces se le ha criticado por "carecer de un estilo propio". Pero ahí siguen sus películas, digan lo que digan. Dos de ellas son especialmente relevantes:

Bajo la máscara del placer (1925), también conocida como La calle sin alegría, es un crudo retrato de miseria en la Viena de la postguerra, con el contraste brutal entre la opulenta clase alta y la miserable clase baja como telón de fondo. Una visión sin concesiones de la injusticia, lo cual le valió toda clase de problemas y censuras a la hora de exhibirse fuera de Alemania. En realidad la historia no está contada de forma "expresionista", sino más bien con un afán de realismo que también sería una importante influencia en el cine alemán posterior. Por cierto que en ella podemos ver a la diva del cine mudo Asta Nielsen y a unas jovencitas Greta Garbo y Marlene Dietrich.

Lulú, o la caja de Pandora (1928) es la película más conocida de Pabst. La historia de la seductora Lulú, protagonizada por Louise Brooks, mantiene aún toda su sensualidad y erotismo. Lulú, un personaje que bascula entre la inocencia y la perversión, destruye la vida de hombres y mujeres, que la desean por igual. Al final acabará muriendo a manos de Jack el Destripador. Lulú causó un gran escándalo en su momento, y también fue censurada en varios países europeos. Luego quedó olvidada durante décadas hasta ser recuperada como la maravillosa película, sugerente y ambigua, que es.

Este no es más que un pequeño repaso, incompleto y subjetivo, de algunas películas expresionistas o relacionadas con el expresionismo. Se entiende que tienen entre sí una afinidad estética más o menos pronunciada, pues el planteamiento original de Caligari fue evolucionando hacia formas más sofisticadas, y una afinidad temática igualmente significativa. Al verlas, aquello que dicen los libros de que reflejan el estado de ánimo de una sociedad en un momento de crisis se nos hace claro, lo cual no significa necesariamente que todas, ni siquiera que una mayoría, de las películas alemanas de la época compartieran el resto de características comunes que se les supone.

Otra película que merece la pena mencionar es El ángel azul (1930), de Joseph von Sternberg. No es un film mudo, pero está muy relacionada con las películas de las que hemos hablado. Un severo profesor, odiado por sus alumnos, los reprende por ir a un cabaret. Un día va a abroncar a la cantante Lola Lola (Marlene Dietrich), pero acaba subyugado por su sensualidad y se convierte primero en su marido y después en su bufón, en una atracción de feria que cacarea (literalmente) como un gallo. Es una degradación sin fondo; la autoridad burguesa y bienpensante revolcándose sin contemplaciones en el fango de sus bajos instintos, servida con el fabuloso barroquismo visual de von Sternberg, otra interpretación memorable de Emil Jannings y la sensualidad de Marlene Dietrich.

La influencia de la estética expresionista se ha hecho sentir a lo largo de la historia del cine y lo sigue haciendo. El terror clásico de la Universal en los años '30 y la época dorada del cine negro sólo son los ejemplos más evidentes. No en vano muchos de los talentos más destacados de Alemania huyeron a EE.UU. ante la llegada del nazismo. Orson welles también utilizaba frecuentemente recursos expresionistas, por ejemplo en Ciudadano Kane o en Sed de mal, por citar solo dos casos. Cineastas como Lang, Freund, Edgar G. Ulmer o Siodmak mantuvieron la influencia expresionista de sus orígenes, y otros muchos directores en todo el mundo absorbieron sus enseñanzas. En el cine actual todavía encontramos ejemplos de influencia expresionista.

Como curiosidad, al pensar en cine expresionista pensamos en claroscuros, blancos y negros muy contrastados, sombras inquietantes y tenebrosas... pero siempre en blanco y negro. Sin embargo no era raro que las películas se tiñesen. Nosferatu, por ejemplo, estaba teñida de amarillos, azules y sepias, e incluso de rojo en su clímax. Resulta divertido por la semejanza que guarda este hecho con la escultura clásica griega, que también estaba frecuentemente pintada de colores chillones, lo cual hoy nos parece inconcebible y hasta hortera.

Renato Sanjuán es montador de cine.